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martes, 10 de mayo de 2011

LOS SEMINARISTAS VISITAN A MONSEÑOR IRENEO GARCIA ALONSO. OBISPO EMERITO DE ALBACETE



¡Fue un día hermoso! El pasado 28 de abril el Señor estuvo grande con nosotros.

Hacía tiempo que queríamos hacer el viaje, pero por unos motivos o por otros siempre terminábamos posponiéndolo. Al final nos decidimos y resultó un día de esos que uno recuerda toda la vida.

Juan y yo salíamos tarde de Albacete (cómo siempre) y llegábamos a Villarrobledo cerca de las nueve de la mañana. Allí nos encontramos con Fernando Zapata y salimos para Toledo.

La primera visita la teníamos prevista por la mañana en Illescas, para visitar a Juanjo, Vicario de la Parroquia de ese municipio toledano, nacido y bautizado en la Parroquia de Santa María Madre de Dios de Villarrobledo. Allí tuvimos el primer regalo, pues el mismo Señor nos daba la bienvenida: Abríamos la puerta del Templo cuando comenzaba a sonar el Tantum Ergo, mientras nuestro buen Juanjo exponía el Santísimo Sacramento en la custodia.

Tras orar unos minutos, pasamos a la sacristía donde conocimos a un seminarista de la Archidiócesis de Toledo y tras desayunar fuimos a visitar el pueblo y la casa del cura donde conocimos a dos de los cuatro vicarios de Illescas.

Salimos para Toledo y tras la comida visitamos el Seminario Diocesano: Hermoso edificio cuyos muros han cuidado de la formación de grandes y santos sacerdotes. Es de destacar la gran Capilla y la impresionante Biblioteca y sala de estudio de aquella casa.

Tras la visita, llegamos a casa de Monseñor Ireneo García Alonso, obispo emérito de Albacete, el cual renunció al cargo en 1980 al serle diagnosticada una grave enfermedad.

En la puerta de la casa nos recibía una de sus hermanas, y nos invitó a entrar .
Pasamos directamente a la habitación donde se encontraba Don Ireneo y ciertamente nos impresionó a todos. Habían pasado treinta y un años desde que nuestro querido Obispo dejara Albacete. Nosotros no lo habíamos conocido y nos sentíamos en la obligación de visitarlo.

En la cama encontramos a un anciano que llevaba más de 30 años enfermo. Con todo eso, nos llamó la atención el buen aspecto que tenía y que sólo puede ser fruto de los cuidados que sus dos hermanas han tenido con él en este tiempo.

Don Ireneo no habla, no puede comer por sí solo, no anda y son sus hermanas las que lo levantan todos los días para sentarlo. Lo único que entra en su boca a diario es la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que el sacerdote que va a celebrar la Eucaristía todos los días a la capilla privada , le da con una cucharilla.

Personalmente tenía la sensación de estar delante de un Santo, y aunque era la primera vez que lo veía, sentí un profundo cariño y respeto por mi Obispo.

"Ireneo, Ireneo, ¡despierta que tienes visita! ¡Han venido a verte los seminaristas de Albacete! ¡Con lo que tú querias el seminario!" Así llamaba la atención del Obispo su hermana.

Los ojos de Don Ireneo se abrieron y pudimos ver como con la mirada recorria la habitación y se fijaba en cada uno de nosotros.

Se unió a nosotros otra de sus hermanas, algo mayor que la primera, y tanto insistieron , que a pesar de la prisa que teníamos , pasamos a la salita a tomar un refresco.

Con un beso en la frente, nos despedimos del viejo Pastor. Un Pastor que hace treinta años se subíó a la cruz de la enfermedad para seguir cuidando desde alli arriba a sus ovejas.

Lo dejamos en la cruz, cerca de Cristo, bendiciendo junto a Él nuestra diocesis, rezando por todo los sacerdotes. Otro Cristo... Otro Cristo...

Poco duró la conversación posterioro con sus hermanas , pero en ella pudimos comprobar lo que aquellas personas agradecían nuestra visita. Hablamos de varias cosas, de recuerdos muy agradables que ellas tenían de nuestra querida diócesis de Albacete, y de otros no tan agradables.

Algo llamó nuestra atención en la entrada de la casa: Un hermoso cuadro de la Virgen de los Llanos, en el que aparece nuestra Patrona rodeada de Manchegas, vestidas con el traje típico de la capital. Según nos contaba la hermana , fue un regalo de D. Lázaro, sacerdote diocesano que ya descansa en la paz del Señor, a nuestro querido D. Ireneo.

No olvidaré la última frase de aquellas mujeres que desde la escalera nos repetian: No os olvidéis de nosotros, no dejéis de rezar por nosotros.

Cuando subimos al coche, todos teníamos una bonita sensación de paz y felicidad.
Allí despedimos a Juanjo, que nos trató durante todo el día como un verdadero hermano. ¡Ojala y todos los curas fueran como Juanjo!.

A la vuelta paramos en Villarrobledo, y… más casualidades de la vida, llegaba por allí en ese momento D. Eduardo, formador del Seminario de Orihuela. Se nos unió también Luis Alfredo , seminarista que como todos sabéis también es nacido en Villarrobledo. Todos juntos fuimos a Misa, la cual presidió D. Eduardo en Santa María.

No podíamos despedir a Don Eduardo sin que probara los platos típicos de la Mancha, por eso fuimos a cenar a un bar típico del pueblo, donde la verdura fue una mera anécdota.

Don Eduardo, volvió a Alicante, Fernando y LuisAlf se quedaron en su casa, Juan y yo volvimos a Albacete cansados …

Son regalos… todos los días los tenemos, pero no los vemos. Gracias Señor por lo que nos quieres y nos cuidas. Gracias.

2 comentarios:

  1. qué linda experiencia José. Soy sacerdote argentino y te puedo decir que la vocación sacerdotal vivida en fraternidad con nuestros hermanos sacerdotes es lo mejor que puede pasarnos en la vida. Ánimo, perseverancia y oración!!!!

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