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lunes, 26 de diciembre de 2011

EL NIÑO JESÚS SOLO

Esta ha sido una nochebuena especial. Tengo la sensación de haber tomado en brazos al mismo Cristo. Paz y tristeza unidas. Os lo cuento.

Eran las 18,00 de la tarde del día de nochebuena cuando recibo una llamada de mi hermana. Me esperaba cualquier cosa… no sé… lo típico: “llévate esto para la cena”, o “pasa a recogerme para ir a casa de la tía”. Sin embargo la voz de mi hermana me hizo temer lo peor: “Vente para el hospital… la abuela se está muriendo”. Sin saber qué preguntar ni qué decir colgué el teléfono y como si alguien dirigiera mis pensamientos tomé el diurnal para hacer el rezo de vísperas. Después me preparé el equipaje (estaba en la Roda) y me marché a Albacete.

Al llegar al hospital me encuentro a mi tío en la puerta que me dice: “parece que se ha estabilizado un poco y la trasladan al “Perpetuo”. Decidí esperar la salida de mi abuela en la puerta de urgencias.

Lo que vino después bien podía ser la escena de cualquier episodio de “Hospital Central”. Esa típica escena en la que la camilla corre y los familiares del enfermo corren detrás sin lograr tocar al enfermo. Apenas pude tocar la frente de mi abuela, que al notar mi mano abrió los ojos. Tuve la certeza de que no moriría esa noche.

Una vez cargada mi abuela en la ambulancia, se acercó otra enfermera con una anciana en silla de ruedas. Al llegar a la altura de la ambulancia me dijo la enfermera:” ¿puedes ayudarme a subirla?”. Sin dudarlo tomé a la pequeña anciana en brazos y la subí a la ambulancia. .. no recuerdo su rostro, ni su ropa. Solo recuerdo la mascarilla de oxigeno , y que al levantarla se le soltó la bolsa de la sonda que llevaba puesta. También recuerdo la expresión de la enfermera: “¡qué asco!” Y recuerdo sobre todo las ganas de cerrarle la boca a la enfermera de un certero puñetazo. ¿asco?...

La anciana iba sola. Pregunté: “¿y su familia?” . “ por aquí no han aparecido”, me dijo la enfermera. Entonces el que sintió asco fui yo. Me daba asco pertenecer a la misma especie que los que habían sido capaces de dejar “tirada” a esta pobre mujer.

Nochebuena, enferma, con toda la vida entregada, en una ambulancia rodeada de extraños… es que me parecía increíblemente triste e injusto.

Mi familia se había ido toda a prepararse para la cena, pues el peligro había pasado y los médicos dijeron que sólo una persona podía quedarse con mi abuela. Mi tío decidió quedarse.

Yo también tenía que irme, pero sinceramente sentí la necesidad de quedarme a pasar la noche con aquella pobre mujer que no tenía a nadie. Enseguida vino a mi cabeza mi madre: le hubiera dado el disgusto del siglo si no acudo a la cena familiar. Así es que me subí en el coche, y llorando como un crio llegue a la parcela de mi tía donde siempre nos reunimos a cenar.

Hasta este momento no he podido olvidar a esta mujer y meditando lo sucedido he llegado a la conclusión de que el Señor me hizo un gran regalo de Navidad dejándome abrazarlo en esta pobre anciana indefensa y abandonada.

Deseo que esta Navidad cambie nuestros corazones, nos haga más humanos y abra nuestros ojos para descubrir tanto abandono, tanto sufrimiento, tantos lugares a los que Dios nunca vendrá si nosotros no lo hacemos presente.

“Gloria a Dios en el cielo”. FELIZ NAVIDAD